Arca De Cartas

LA PRIMERA CARTA

Viernes quiso escribirte para maldecir tan despiadada primavera. Sábado para echarte en cara el dolor que arrastraba desde tan cruel primavera. Lunes para presumirte que se le había borrado el fierro de tan lejana primavera. Jueves para suplicarte otra primavera. No tuve más remedio que escribirte para agradecerte tal primavera.
El otro día, me contaba que el lado izquierdo de la cama tenía registrados tus derechos. Su sábana aún no se acostumbra a la ausencia de tus pechos. Te sueña y se despierta con el aroma de tu espalda penetrado en la yema de los dedos, buscando tu cadera, murmurando tu nombre, con los labios hechos una caldera y las puntas de tu melena rozándole los hombros. Me ha compartido sus últimos escritos, y es obvio que lo dice a gritos “No volvió a escribir un poema sin inspirarse en tu vientre. No volvió a leer una novela sin cruzarse con tu oriente”. A menudo, mientras tomaba el té, ¿Debería recodarte que le ahuyentaste la adicción al café?, se estrella con el deleite de verte en pinitos por la sala; a veces vistiendo un traje de gala, a veces vistiendo tan solo una camisa desmangada.

Una noche, como tantas otras, me lo encontré deambulando en el parque; lustrando recuerdos, contando luceros, con la radio en la estación de boleros, embutiéndole lágrimas a la alcancía, buscando en vano salir de una alcantarilla, y caí en cuenta que él nunca pudo y probablemente nunca podrá superarte. Esta hecho un campestre; Tú lo sacaste de la montaña, pero la montaña nunca se la sacaron. Sigue siendo soñador; Soñando con ustedes dos de luna de miel por suiza. Con ustedes dos hiendo a misa. Esta exageradamente inestable; Conforme con completar lo del alquiler de cada martes, y lo que sobraba (¡si le sobraba!), lo invierte en alguna de las obras de su héroe, “el maestro García Márquez”.
¡Si lo vieras! Cada año evadiendo primavera.
Exigiéndole explicaciones a tu foto en la nevera.

¡Hay si lo vieras! En la cama, no volvió a ser anfitrión.
Cada 31 de marzo, buscándote en la misma estación.

¡Si lo vieras! Deambulando por el puente o el corredor.
Mintiéndole a la gente y fingiendo estar mejor.

¡Hay si lo vieras! En la esquina de la cocina, enganchado al teléfono, con la esperanza de que la próxima sea tu llamada, contestándole hasta al último acreedor.

Como cosa rara, después de ti, no se acostumbró a vivir en sí. Es fugitivo de sí mismo. Según sus propias palabras, no sabe si extraña más tus enojos, tu sonrisa o tus antojos. Tu ausencia siempre tuvo un sabor agrio. Se a aislado en un calvario.

Bueno, ahora me despido. Disculpa si he escrito más de lo debido. También discúlpame por no saber cómo ayudarle a dejar el pasado en el olvido. Pero para ser sincero, no creo haber podido. Si un día te chocas con el deseo de escribirle, sigue siendo residente del pueblecito aquel… Por si la olvidaste, su dirección; Calle Dolores, No. 13. Carretera Soledad.

Adyacente te comparto una copia de los últimos poemas que ha escrito.

DESPUES DE TU PARTIDA

¿Si supieras mis condiciones después de tu partida?
– Con el futuro apagado y sueños congelados,
– Con el alma tres metros bajo tierra y encima una tonelada de piedra.

Obviamente antes de tu partida, escucharte hablar de mis defectos,
Fue más difícil que aprender un raro dialecto.
No fue hasta después de tu partida
Que me los encuentre en cada esquina,
Algunos con cruz encima.
Me los encontré hasta en un entierro,
Y cada vez que me acerqué al espejo,
Es más;
Aprendí a analizarlos con el mismo empeño
Con el que un día analicé nuestro primer beso.

Después de tu partida
Mis defectos salieron de entre las sombras,
En estampida.
Parecían una tropa,
Haciendo un himno de mí derrota.
Y mis virtudes
Se declararon en bancarrota.

Después de tu partida,
Me encontré una y otra vez
Tratando de evitar la vejez,
Leyendo el mapa de mi vida, al revés.

Después de tu partida me estrelle
Con una tonelada de heridas
Que estaban escondidas,
Con el idiota que siempre ignore, con miedos que nunca superé.

POR TI YO PUEDO

Por ti,
Puedo empacar un volcán en plena erupción
Y un diluvio en la misma caja de cartón.

Puedo capturar dudas al por montón
Condenarlas al paredón
Y acribillarlas con balas de carbón.

Puedo meter el Sahara en un reloj de arena.
Puedo poner delfines a cantarnos en la cena.

Puedo hacer que la luna y el sol
Intercambien horario.
Puedo poner ángeles a cuidarte a diario.

Puedo poner barcos a navegar potreros.
De mis sentimientos por ti,
Puedo escribirte libros enteros.

Puedo poner todo un imperio a mis pies
Y luego apostarlo en un juego de ajedrez
A cambio de que me acompañes en la vejez.

Por ti,
Puedo ordenar al júbilo la palabra ‘tal vez’.
Puedo regalarte una nevada una vez al mes.

¡Pero mañana sin ti, me sabe a una desfachatez!

LA SEGUNDA CARTA

El otro día me lo encontré conversando con nubes oscuras,
Juraba que habían formado tu figura. Buscaba una escalera con suficiente altura para colgarse de tu cintura.

Hasta entonces, yo estaba convencido que el tiempo y la distancia lo ayudaría, que las confesiones de los domingos, la culpa, le removerían. Para ser sincero, para esta fecha, estaba supuesto haberse removido la flecha.

Un nuevo apartamento y un nuevo trabajo, estaban supuesto a pavimentarle una cuesta abajo.
Pero segué siendo víctima de su propio atajo.

Lo lamento, pero mi estrategia fallo. No pude sacarlo del carril.
Debemos hacernos a la idea, él sigue siendo de su futuro, el albañil.

Créeme, ¡trate!
Los viajes a Costa Rica, las mujeres y el alcohol, no tuvieron efecto.
Al gurú le termino corrigiendo sus dialectos. Al amor no hace sino asignarle defectos.

Para ser sincero, para esta fecha, él ya te debería haber reemplazado,
Así fuese con una prostituta recatada, o con una esposa descarada.

Decir que me preocupa su estado, es quedarme corto. Se ha abandonado, ya no se rezura, abecés hiede a basura. En ocasiones se queda en mi casa, para hacerme compañía, pero se escapa antes de que llegue el siguiente día.

Adjunto te comparto sus últimos dos escritos. Creo que no compartírtelos sería un delito.

AFERRADO A TI

Las teorías son varias pero se resumen en dos.
O soy un masoquista o un mal perdedor.

El lado izquierdo de mi pecho es un vacío
Totalmente lleno de tu ausencia.

El lado derecho de la cama es un glaciar
Que me derrite en tu manantial.

Desde que te fuiste, cada hora es un martirio
Alimentado por tu imagen cada minuto.

He rescatado mil y una razones para olvidarte
Pero he tropezado con tres mil y una para inmortalizarte.

Extraño hasta los cabellos que dejaste en la loza del baño.
Las cortinas no las volví a abrir en todo el año.

Me dedique a pensar en tí, a sabiendas que me lastima a mí.
Me aferre a la idea de que tú volverías aquí.

Te encuentro en cada canción
Y a veces organizando la habitación.

Yo no volví a ser el mismo individuo,
Vivo como pájaro fuera del nido.

No me volví a preocupar por lo mío,
Me quede en un infierno frio.

Para ser sincero, si no es contigo
No sé cómo enfrentar el destino.

Tomo y fumo más de lo debido.
Las condiciones en que vivo son un peligro.

Si en algo yo falle, de rodillas te pido perdón.
Sigues siendo la única hembra con quien me sentí varón.

Vivir así, tan aislado de mí, es una tortura. Te sigo amando con locura.

CUMBRE DE DECADENCIAS

Vivo en un tercer piso, en un mugroso apartamento
Me quiero mudar a uno donde me quepan los remordimientos.
Las noches son frías, los medio-días son peor.

Meses de renta atrasada,
Culpa de una propietaria enamorada.

Una montaña de recetas médicas ignoradas.
Un cofre de memorias preñadas.

Picheles de café cubano expreso para el insomnio.
Una hookah para la toz crónica.

A metros, una playa que nunca visito,
Y a pulgadas, unos demonios que mis amigos, solo yo he visto.

Los que eran cuadros ahora son fragmentos de cristales,
Producto de unos cuantos atentados contra los signos vitales.

Sueños que por no perseguir,
Se me revelan y rehúsan seguir.

Una televisión blanco & negro.
Una maldita multiplicación quebrándome el cerebro.

La contestadora llena de mensajes
De una tipa que no he revolcado desde hace un mes.

Un reloj de arena volteado al revés.
Un juego de ajedrez
Con reyes, pero sin peones.
Y no sé de donde carajos, le apareció un juez.

Como vecinos una pareja de mormones,
¡Cómo me han jodido ese par de cabrones!

Te confieso, no importa cómo me porte,
Como ilustre o analfabeta, como noble
O como un torpe,
Siempre termino siendo de lo peor.
Y como el mejor de los perdedores
No encuentro cura
Solamente a quien acreditarles mis errores.

He escrito uno que otro poema sin dedicatoria.
Y diez mil fantasías que se roban mi historia.

Aún conservo la diadema que se te perdió,
La encontré debajo del nochero.
Mantengo mi radio estacionado en la estación de boleros.

LA TERCERA CARTA

La última vez que me lo encontré en el patio del café de la esquina, tomando su té, viendo la lluvia deslizarse por la pared, me pregunto– ¿”Te acuerdas de nosotros, los niños traviesos de ayer, tocándole el timbre al vecino y echando a correr”?, ¿”Te acuerdas de todas las cometas y las peleas callejeras que llegamos a perder”?

Ahora, pensando en retroactiva, me imagino que eran las primeras señales de un re-encuentro con su ser. Pero nunca me imaginé la decisión. De regreso en su “tercer piso, en su mugroso apartamento”, dijo que se cansó de todas las horas sentenciado, a esperarte como un maniquí sentado en la ventana. Tratado, sentenciado y torturado por las minas que dejaste en su habitación. Se cansó de tratar de olvidarte con damas de dudable reputación. Se cansó de esa maldita multiplicación – (una cuenta de todos y cada uno de los besos que le debías desde “ese maldito 5 de enero”).

Aunque su decisión era drástica y de las más tristes que yo había recibido desde que él me había hecho esa llamada, a las 4:07 de la tarde y se limitó a decir que “la suma de ustedes dos ya no era uno”. A la vez era un alivio, porque en mi última visita a ese mismo café, Juanita, la mesera me comento que él no había vuelto y que en su última visita le había pedido una servilleta y escribió – “No puedo olvidarme del manantial que nace en tu aliento, se horilla en tus caderas y culmina en esas tus venditas rodillas”.

Los años sin ti le habían tatuado todo el dolor del mundo, pero también una palabra clave – aceptación. Mientras hacia la maleta, dijo – “He aceptado que en esta vida, yo no voy a ser para ella y que ella no es para mí. Pero solamente en esta vida. Cuando encuentro el coraje de verme frente al espejo, por más de unos segundos, converso con Dios. Y le pido que se compadezca de todo este dolor, de toda esta pena, y que en mi próxima vida, me levante esta condena. Que me permita encontrarla – y reconocerla como la compañera de mi vida, a una edad más temprana. Que me dé la oportunidad de recuperar el tiempo perdido en esta vida”.

Camino a la estación, me comento que el día anterior había renunciado al bufete de abogados, y que en menos de dos horas también había vendido su auto, y que mañana mismo empezaría a ayudar a su hermano en el taller. Que tenía unas ideas que le ayudarían a creer el negocio.

Adjunto, te comparto los últimos poemas que él me compartió.

ANOCHE

Escribí tu ciento trigésimo quinto poema,
“La Gloria En Tus Labios” fue el tema.

Cumplí mi última meta,
Salí del apartamento en chancleta
Y regresé en un cometa.

Bajo un cuarto de luna menguante
Tomé una caminata por el parque
Y mientras me fundía en felicidad,
Te leí “Cien Años De Soledad”
Del maestro García Márquez.

De regreso al apartamento,
Me compre una copia barata de la Mona Lisa
Y le quebré el código en la sonrisa.

Cansado de ser tan torpe
Y vacilar más que un resorte,
Tomé unos cursos de psicología,
Resulta que el amor, sin factores que lo soporte,
Es un deporte patrocinado por una ideología.

En una base de cartón, monte un castillo de arena,
Le sume un bufón y a tu semejanza; la reina,
Y de corona, le regale tu diadema.

Anoche,
Desarme la cocina,
Arme una turbina,
Bote las cortinas,
Sembré un árbol en la tina,
Revolqué a la vecina;
Quien tiene fama de cama divina
Y clientela fina.

Tome todas mis cartas baratas,
Las hice aviones de papel
Y las pilotee hasta la fogata.

Pero anoche también,
En honor a esa cadera mulata,
Quise mandarte hacer una estatua,
Pero al romper la alcancía,
No tenía fondos ni para una estampilla.

TU IMPERIO

Aunque todas las noches
Le suplico calma,
El lado izquierdo de mi cama
Me reclama tu ausencia.

Últimamente le debo explicaciones
Hasta a la cortina,
Que se deleita recordándome los cigarrillos
Que nos acompañaron esa madrugada.

Como ángel guardián, un rosario
Como guarda espaldas, una virgencita
(Que tú me regalaste).

Tengo una colección de ideas
Y todas te envuelven a ti,
Tengo una colección de arte
Y toda te refleja a ti.

Tengo una deuda con el estado,
Tengo una herencia sin haber reclamado,
Pero me preocupa más el hecho de nunca
Haber recibido el sol a tu lado.

Cargo una lista enorme de pecados,
Que me restringen la entrada a la iglesia.
Cargo una tonelada de sueños estancados,
Que me mantienen en la inercia.
Pero cada vez que tomo tu foto en mis manos, y la veo,
Me libero, salgo del agujero.

Esta tal vez es mi casa,
Pero debo admitir,
Que en tu visita la convertiste en tu imperio,
Con bases estratégicamente
Establecidas en mis almohadas.

ANTES DE LAS CARTAS

La primera vez,

No pudo disfrazar su torpeza o ausencia de experiencia,
Estaba más nervioso que si el acto hubiese tenido audiencia.

La segunda vez,
Sentados en la cama, su espalda sobre el espaldar, y ella entre sus piernas,
Mientras la yema de sus pulgares le circulaban los pezones,
Le dio mil y una razones,
Del porque no volvería a esos portones.

La tercera vez,
Elle le dio un discurso sobre los beneficios de que su habitación
Careciera de adornos y ventana.
Y concluyo diciendo “en la adyacente, labora mi hermana”.

La cuarta vez,
El, le movió la melena del cuello hacia un lado, abrió una autopista,
Aterrizo sus labios en dos lunares.
Y le explico porque nunca había visitado esos lugares.

La quinta vez,
Como habían acordado; ella con su vestido rojo,
Bailaron un bolero, para cumplirle el antojo.
Luego, mientras le desabotonaba el vestido,
Le pedio disculpas por no visitarla más seguido.

La sexta vez,
Se acercaron en “Cien Años De Soledad”,
Se acoplaron cuando ella dijo “a mi corazón le has robado la virginidad”.

La séptima vez,
Acordaron en estar en desacuerdo sobre su sonrisa,
En su humilde opinión, la de ella opacaba la de Mona Lisa.

La octava vez,
Habiendo derrumbando cada una de sus dudas,
Le confeso que la amaba con locura.

La novena vez,
El levanto un imperio sobre su cintura.

La décima vez,
Ella lo educo sobre la extinción de mariposas,
Sobre el Rey Solomon y sus 700 esposas.

Para la décima primera vez, ya era el segundo enero.
Escucharon, entero!
El discurso de Martin Luther King.
En la pared, abrieron un agujero,
Y escondieron una copia de “La Historia Sin Fin”.

La décima segunda vez,
La única vez en su apartamento.
Dejando de un lado la pendejada; ¡Ella fue la vaina y el la espada!
Se revolcaron desde la entrada.

La décima tercera vez,
Experimento la reputación del número Trece.
Llego a la habitación y no encontró ni el espejo.
Se retiró sintiéndose no solo un cliente, sino el más pendejo.

La décima cuarta vez,
Todavía no había noticias de su merced,
El rumor era que a nadie anuncio su partida,
Que habían tenido que tapar un hueco en la pared,
Y que se había desconectado hasta de la última amiga.

La décima quinta y última vez,
Con las ganas de vivir volteadas al revés,
Saco el anillo,
Del bolsillo,
Lo dejo en el medio de la habitación,
Y con las manos arañando la pared,
Arrastro su inmenso amor por el oscuro pasillo,
Y no volvió a ese puterio.

LA CUARTA CARTA

Años después recibí una carta con muy pocas líneas (El poeta nunca supo escribir cartas), que había sido víctima del tiempo y que basada en la fecha, se había perdido en el camino. Las manchas amarillas me llevaron a la conclusión de que se había mojado y secado varias veces. En la cual él me suplicaba que lo fuera a visitar. Por el tono y las pocas líneas, me pareció una emergencia. El siguiente día, tome el tren de las cinco y media de la mañana.

Cuando llegue me recibió su hermano. Era medio día y en pleno verano. Su hermano me dijo que él estaba resolviendo unos asuntos femeninos en la capital. Me advirtió que no me asustara cuando lo viera llegar. Pero rehusó revelar más.

Mientras esperábamos, me comento que desde hace veintiún meses, era un tipo nuevo. Que tenía que verlo para creerlo.

Me incomodaba verlo trabajar en ese sol infernal, mientras yo, en mi curiosidad, disparaba pregunta tras pregunta. Que él, obviamente esquivaba. Así que le ofrecí mis manos ineptas para ponerlas a la obra.

Después de insistir un poco y convencerlo que yo no era tan inútil, acepto mi ayuda. Minutos después, mientras él fue a buscar una herramienta, yo me metí debajo del auto e invente una opinión semi-profesional sobre lo que había dañado el eje. De repente… En medio de una polvareda, se estaciono un taxi en la vereda. Y aunque no alcance a verle el rostro, le reconocí la voz. En efecto; traía de brazos, la felicidad que lo había tomado de rehén hace veintiún meses.

Desde abajo del auto, y con el cuello volteado, en medio de la nube de polvo que dejo el taxi al retirarse, y a la distancia solamente alcance a ver unas medias blancas y zapatos de puntas deterioradas corriendo hacia el taller. Mientras corría y se aceraba un poco más, vi sus risos bailaban tango con el viento. Llego hasta el frente del auto, se agacho poniendo sus manitas sobre las rodillas. Voltio su cuello hacia el lado contrario del mío, me vio directamente a los ojos y en voz angelical, pregunto “¿Tú eres el mejor amigo de mi papa?”

The End